¿La polarización política provocará mayor participación?

  • La sociedad civil como protagonista en el escenario político

La polarización política y el embate de López Obrador en contra del Instituto Nacional Electoral y del Poder Judicial provocaron que la sociedad civil se organizara e irrumpiera en el centro de la escena política para asumir un papel protagónico que, ante la masividad, territorialidad y legitimidad del movimiento de la ahora llamada Marea Rosa, los tres partidos más antiguos tuvieron que reconocer, escuchar y unir esfuerzos. Ellos tienen la personalidad jurídica, la estructura y los recursos públicos para participar en las elecciones, mientras que la sociedad civil aporta su potencial y capacidad organizacional que integra en un tejido plano, que no piramidal, desde organizaciones formales hasta cientos de grupos y chats distribuidos en las redes sociales.

Fue un logro de la sociedad civil que los partidos aceptaran nominar al mismo candidato y hacerlo a través de un proceso abierto a la ciudadanía.

Xóchitl Gálvez juntó más de medio millón de firmas y el resto de los precandidatos sumó 1.7 millones. Estos datos y el llenado del Zócalo y decenas de plazas en las principales ciudades del País son indicativos de la capacidad de movilización y el estado de alerta de la sociedad civil, que muy probablemente se traduzca el próximo dos de junio en porcentajes de participación superiores a los observados.

  • Las elecciones las deciden las mujeres

Además de no ser empático con las mujeres, el gobierno de López Obrador ha sido regresivo para sus derechos. En lugar de allanarles el camino, se los ha puesto más empinado.

Él pregona un feminismo de aparador. Presume un gabinete paritario, pero el perfil y desempeño de las mujeres que lo integran, y en general de las que gusta rodearse, es tan irrelevante, mediocre y sumiso como el de sus pares del género masculino.

A él le incomodan las mujeres con personalidad, talento, conocimientos, criterio propio y que no se amilanan ante su jerarquía administrativa. Las ataca e insulta detrás de su atril, pero no se atreve a hacerlo de frente mirándolas a la cara. Este ha sido el caso de Xóchitl Gálvez, Norma Piña, María Amparo Casar y Cecilia Flores.

Pero, al margen de estos casos específicos que pueden despertar un sentido de solidaridad al ver al hombre poderoso cebar su rabia contra una mujer, el gobierno de López Obrador ha significado retrocesos importantes para las mujeres, como es el caso de la cancelación de programas sociales que las beneficiaban: estancias infantiles, escuelas de tiempo completo y los destinados al cuidado de su salud reproductiva. En adición, por la carga de responsabilidades que ellas suelen tener en el seno familiar, también las ha perjudicado la falta de medicamentos en general, sobre todo, aquellas que son madres de niños con cáncer, así como las que tenían algún familiar en uno de los hospitales psiquiátricos que cerraron.   

No hay datos que permitan establecer cómo la polarización política que ha provocado López Obrador se podría manifestar por sexos. Pero, hay indicios para pensar que pudiera existir un sesgo hacia el lado de las mujeres dado que, en los hechos, el desempeño de su gobierno con relación a la mujer obedece al más rancio conservadurismo, como él, junto con su candidata designada, lo ha hecho patente en reiteradas ocasiones cuando ha cuestionado la legitimidad del movimiento feminista y ha sido indolente para atender sus reclamos respecto a las desapariciones y los feminicidios.

Decir que en México las elecciones las deciden las mujeres no es una exageración. Primero, porque representan el 52% de la lista nominal y, segundo, porque su nivel de participación es superior al de los hombres.  Por ejemplo, en 2018 tuvieron una participación de 66.2% contra 58.1% de los hombres. Esta diferencia promedio de ocho puntos porcentuales varía según los grupos de edad comprendidos entre los dieciocho y sesenta y cuatro años.

Por ende, todo hace suponer que en estos comicios habrá una mayor participación de las mujeres. Más ahora, que la presidencia se decidirá entre dos de ellas.

  • Confianza en el INE
  • La última oportunidad para salvar a la República como la conocemos

La amenaza real del continuismo de muchas de las acciones y políticas erróneas de López Obrador que han degradado la estructura institucional del Estado y significado retrocesos importantes para el desarrollo de la democracia y la posibilidad muy factible de que él siga tutelando a Sheinbaum, representa para segmentos de la población con un nivel educativo de preparatoria hacia adelante, la condena a seguir atascados en políticas que miran al pasado y el riesgo inminente de que continue el desmantelamiento del actual orden constitucional, lo que llevado a un extremo trágico para el País podría significar un cambio de régimen mediante la redacción de una  carta magna con el añejo sabor obradorista.

  • El voto como vía de solución a problemas cotidianos

Adicionalmente, otros grupos sociales con un menor nivel de instrucción ven en las elecciones la posibilidad de remplazar al actual gobierno para que se atiendan sus problemas y reclamos que, en su mayoría, los consideran como la consecuencia de la ineptitud, ineficacia e indolencia de la administración saliente.

En este caso la lista de grupos afectados es larga. Sin embargo, podría integrarse por dos grandes categorías: En el primero estarían los perjudicados por malas decisiones puntuales de política pública. Por ejemplo: los familiares de fallecidos durante la pandemia, las madres que tenían a sus hijos en estancias infantiles o escuelas de tiempo completo, las mujeres que hacían uso de programas para detectar cáncer de mama o cérvico uterino, los afectados por la eliminación del seguro popular, los productores agropecuarios que se quedaron sin apoyos, el personal médico al que se le ofrecieron plazas y mejores remuneraciones, etc.

En la segunda categoría están quienes padecen problemas que la inoperancia del gobierno actual, si no es que su complicidad, los ha convertido en crónicos. Destacan la inseguridad, en especial la extorsión, la falta de medicamentos, equipos y materiales en las instituciones públicas de salud, los reiterados paros y retrasos en los sistemas de transporte público.   

  • Problemas de coyuntura que politizan al más apático

Existen millones de ciudadanos que en cada elección no ven ninguna utilidad en acudir a votar. Pero, esta apatía política, que se manifiesta más en hombres entre 18 y 64 años que en mujeres, suele sacudirse tan pronto los problemas que ellos veían lejanos entran a sus hogares trastornándoles la normalidad de su vida cotidiana.

Este es el caso de los apagones que han empezado a ocurrir a lo largo del tterritorio nacional, la falta de agua y el repunte de la inflación. Cada que la electricidad deja de fluir, el agua de llegar o, el ingreso familiar alcanza para menos, muchos abstencionistas crónicos podrían transformarse y esta vez sí presentarse en las urnas.

Desde cualquier ángulo estas elecciones son atípicas. No encajan con lo que habíamos vivido antes, sobre todo a partir de la alternancia, empezando por la descarada intromisión del presidente de la República a favor de su candidata, que ha retrasado decenios nuestra democracia hasta alcanzar la sombra del Maximato Callista de los años veinte del siglo pasado.

La aguda polarización política no se limita a discursos y desplantes, sino que se expresa cada día mediante un ejercicio autoritario del poder que no permite que le corrijan ni una coma. Para colmo, esta tozudes tóxica no parte del conocimiento y menos aún tiene la inteligencia como guía, lo que ha significado para el ciudadano común pagar una larga lista de platos rotos y, a la vez, hacerle más difícil el camino a la generación siguiente. Estamos anclados en un capricho absurdo al que irónicamente se le dice transformación.

Ojalá que este encono acumulado por la suma de agravios y errores imbéciles, aunada a la grave preocupación por nuestro porvenir se manifieste en una participación masiva en las urnas, para que sean millones los que digan claro y fuerte: hasta aquí. Volvamos a deliberar en voz alta, a reconocernos como mexicanos, a enriquecernos con nuestras diferencias, a sumar lo que nos asemeja para decidir juntos hacia dónde queremos ir.

La polarización política nos está matando como país

  • Dotar al movimiento de una identidad

Darle a un movimiento político una identidad claramente definida resulta clave para el reclutamiento de simpatizantes y para desarrollar entre ellos un sentido de unidad y pertenencia. Para eso, el partido de López Obrador recurrió desde un inicio a la utilización de símbolos. Por ejemplo, se le nombró como: “Movimiento de Regeneración Nacional” porque daría lugar al acrónimo MoReNa. Palabra asociada a la virgen de Guadalupe, a la religión católica y al color de piel que tiene la gran mayoría de la población.

Así, como el nacionalsocialismo en Alemania se asumió como el movimiento que continuaba las etapas señeras de la historia germana, autoproclamándose como el Tercer Reich (Imperio), MoReNa se autodenominó como el abanderado de una supuesta Cuarta Transformación, después de la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Otro simbolismo interesante es el uso del color guinda para amalgamar al partido con la estructura de gobierno. Así, el color oficial de MoReNa que está presente en todas sus actividades y propaganda se utiliza también en forma preferente en el gobierno federal y en las gubernaturas estatales y alcaldías en manos de ese partido, ya sea en papelería, anuncios oficiales y mamparas, como en los chalecos que portan en sus jornadas laborales muchos empleados públicos. Cuando interactuamos con ellos en una oficina pública o los vemos en la calle no queda claro si son miembros activos de ese partido que están ahí para promoverlo o si en verdad su objetivo es servir al ciudadano. Interesante de recordar que los miembros del partido nazi y los servidores públicos durante el tercer Reich también portaron uniformes parecidos.

Especial mención merece el agrupamiento de los llamados siervos de la nación, que funciona como una especie de ejército mil usos cuyas tareas retribuidas con recursos del erario, se desarrollan a lo largo de una frontera borrosa entre la estructura de la administración pública y la del partido, como ha sido la promoción de programas sociales con fines políticos y de control clientelar.

  • Culto a la personalidad de López Obrador

Desde su fundación el liderazgo de López Obrador ha sido la fuente de cohesión de MoReNa. Es la cabeza visible del movimiento que encarna sus valores y anhelos, y que le da voz. Él marca el tono, el ritmo y la dirección en todos los frentes por grandes o pequeños que sean.

MoReNa habla a través de López Obrador. La toxicidad de su discurso cotidiano, su narcisismo y su desinterés para escuchar y entender las posiciones de la oposición o de la sociedad civil, explica en gran parte la polarización política en la que está sumido el País.

Todos los días desde su atril es él en contra de sus adversarios, aunque suele parapetarse detrás del “nosotros” para poner enfrente a “ellos”, el enemigo común con sus múltiples caras. Cualquier crítica de donde venga o una situación que no le guste, la interpreta como una conspiración para perjudicarlo. Esto da lugar a una reacción rasposa donde abundan los adjetivos e insultos y escasean las razones, porque su fin es dividir para nutrirse del antagonismo, del encono, de la rabia que siembra.

Para lograr estos objetivos, la propaganda política de MoReNa utiliza varios mecanismos, que se sintetizan en el siguiente diagrama:

  • Recurrir a las emociones:

La intención de generar emociones es conectar con las audiencias objetivo a través de mensajes sencillos y simplones que provoquen adhesiones impulsivas sin necesidad de entrar al fondo de las cosas.

Por ejemplo, prometer la recuperación de “la soberanía energética” que según López Obrador cedieron los malos mexicanos en la época neoliberal, sirve para exaltar los ánimos nacionalistas y despertar la emoción de la revancha. Esto es suficiente, para que la masa no cuestione que se gasten miles de millones de dólares del erario en proyectos perdedores, mal estructurados o en solventar a una empresa inviable como es PEMEX.

Lo mismo pasa con explotación mediática de la ayuda a los adultos mayores y otros programas sociales que implican la entrega de dinero en efectivo, hecha al amparo de intenciones en apariencia plausibles, pero que tienen el objetivo soterrado de crear una base clientelar que en las elecciones se traduzca en votos. Esto fortalece en la cultura popular al paternalismo que descansa en el supuesto de que el gobierno, y en especial el presidente, es una especie de padre proveedor que dispone de recursos ilimitados y vela por las familias.

  • Control de la narrativa

Controlar qué se dice y qué se calla es fundamental para mantener un mensaje, sino es que para distraer a la opinión pública cuando esta dirija su atención hacia hechos que se quiere ocultar.

La mañanera es el pivote del que parte el control de la narrativa. Ahí, se manufacturan y difunden los principales mensajes.  La estructura mediática de MoReNa responde como un eco que los dispersa de múltiples maneras. No importa que muchos de ellos sean mentira o no tengan sustento. Hay que repetirlos hasta el hartazgo para que se tomen como ciertos, o hay que ignorarlos para que les caiga el polvo del tiempo.

Mantener en cauce la narrativa oficial ha requerido también el control de los medios y líderes de opinión, la inserción en los medios audiovisuales de comentaristas afines, la manipulación reiterada de las cifras oficiales y el desplazamiento de comentaristas y periodistas críticos al gobierno de López Obrador.

  • Omnipresencia en medios y redes

Pieza fundamental de esta incesante dinámica es la mañanera. Una supuesta conferencia con los medios que es en realidad un foro de propaganda política financiado con recursos del erario, que consume en promedio dos horas y media diarias, durante las cuales salen los mensajes que repetirán a coro todos los emisores aleccionados.

¿Mitigarán las elecciones la polarización o la acentuarán?

La aguda polarización política que a diario vive el País lo tiene exhausto y le impide avanzar. El debate de la cosa pública en todos los foros termina más temprano que tarde en una confrontación, en un choque contra un muro inamovible porque sólo hay una opinión que cuenta: la de López Obrador. No se puede realizar a cabalidad la discusión de problemas nacionales en cualquier campo, porque según él, ya aplicó en cada caso soluciones que están funcionando. Quienes critican la ineficacia de estas y proponen algo distinto se hacen en automático acreedores a una retahíla de calificativos e insultos por parte de él y su red de serviles y aduladores. No hay otra que la suya.

La polarización nos tiene paralizados, pero como si estuviéramos estáticos empujando con fuerza el muro que nos impide el paso, aun sin avanzar un centímetro consumimos a diario cantidades importantes de energía social que, en lugar de usarla para entender nuestro presente, proyectar un porvenir y diseñar los escalones que ayuden a construirlo, la desperdiciamos en discusiones estériles que sólo implican conflicto, desgaste y finalmente frustración. Aquí manda, quien tiene los votos.

Las elecciones han acentuado aún más la polarización política. La gritería en Palacio ha subido de tono. No existe ley electoral que le valga. Nos vienen a la mente escenarios preocupantes alimentados por la locuacidad delirante de López Obrador.

¿Entregará ordenadamente el poder si su partido pierde?, ¿recurrirá a sus incondicionales regados en los gobiernos estatales, las cámaras, el INE y el Poder Judicial para torcer las cosas a su favor?, ¿será justo el momento cuando les pida a los jerarcas de las Fuerzas Armadas que le paguen en las calles los privilegios que les ha concedido?

Si gana el suyo, ¿será el un nuevo Calles disfrazado de líder moral que mueva los hilos de su sucesora títere? Si esto acontece ¿cuánto más aguantará el País seguir viviendo en un clima de cerrazón alimentado por el odio y el encono?, ¿cómo, cuándo y de qué manera reventará esta presión?

La entronización de caudillos son episodios en la vida de los pueblos que siempre terminan echándolos para atrás varias generaciones. Ya lo vivimos.  La gran esperanza para evitar estos escenarios ominosos es que haya una participación abundante en el proceso electoral, que remplace al partido en el gobierno y abata su poder en las cámaras para abrir paso al diálogo, a la búsqueda del terreno común que sirva como antídoto del veneno paralizante de la polarización. Nuestro futuro no puede ser vivir con la mano empuñada sino tendida.

Ciudad de México: Cada vez menos y más viejos


[1] Reforma, 30 de marzo de 2024