La polarización política nos está matando como país

  • Dotar al movimiento de una identidad

Darle a un movimiento político una identidad claramente definida resulta clave para el reclutamiento de simpatizantes y para desarrollar entre ellos un sentido de unidad y pertenencia. Para eso, el partido de López Obrador recurrió desde un inicio a la utilización de símbolos. Por ejemplo, se le nombró como: “Movimiento de Regeneración Nacional” porque daría lugar al acrónimo MoReNa. Palabra asociada a la virgen de Guadalupe, a la religión católica y al color de piel que tiene la gran mayoría de la población.

Así, como el nacionalsocialismo en Alemania se asumió como el movimiento que continuaba las etapas señeras de la historia germana, autoproclamándose como el Tercer Reich (Imperio), MoReNa se autodenominó como el abanderado de una supuesta Cuarta Transformación, después de la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Otro simbolismo interesante es el uso del color guinda para amalgamar al partido con la estructura de gobierno. Así, el color oficial de MoReNa que está presente en todas sus actividades y propaganda se utiliza también en forma preferente en el gobierno federal y en las gubernaturas estatales y alcaldías en manos de ese partido, ya sea en papelería, anuncios oficiales y mamparas, como en los chalecos que portan en sus jornadas laborales muchos empleados públicos. Cuando interactuamos con ellos en una oficina pública o los vemos en la calle no queda claro si son miembros activos de ese partido que están ahí para promoverlo o si en verdad su objetivo es servir al ciudadano. Interesante de recordar que los miembros del partido nazi y los servidores públicos durante el tercer Reich también portaron uniformes parecidos.

Especial mención merece el agrupamiento de los llamados siervos de la nación, que funciona como una especie de ejército mil usos cuyas tareas retribuidas con recursos del erario, se desarrollan a lo largo de una frontera borrosa entre la estructura de la administración pública y la del partido, como ha sido la promoción de programas sociales con fines políticos y de control clientelar.

  • Culto a la personalidad de López Obrador

Desde su fundación el liderazgo de López Obrador ha sido la fuente de cohesión de MoReNa. Es la cabeza visible del movimiento que encarna sus valores y anhelos, y que le da voz. Él marca el tono, el ritmo y la dirección en todos los frentes por grandes o pequeños que sean.

MoReNa habla a través de López Obrador. La toxicidad de su discurso cotidiano, su narcisismo y su desinterés para escuchar y entender las posiciones de la oposición o de la sociedad civil, explica en gran parte la polarización política en la que está sumido el País.

Todos los días desde su atril es él en contra de sus adversarios, aunque suele parapetarse detrás del “nosotros” para poner enfrente a “ellos”, el enemigo común con sus múltiples caras. Cualquier crítica de donde venga o una situación que no le guste, la interpreta como una conspiración para perjudicarlo. Esto da lugar a una reacción rasposa donde abundan los adjetivos e insultos y escasean las razones, porque su fin es dividir para nutrirse del antagonismo, del encono, de la rabia que siembra.

Para lograr estos objetivos, la propaganda política de MoReNa utiliza varios mecanismos, que se sintetizan en el siguiente diagrama:

  • Recurrir a las emociones:

La intención de generar emociones es conectar con las audiencias objetivo a través de mensajes sencillos y simplones que provoquen adhesiones impulsivas sin necesidad de entrar al fondo de las cosas.

Por ejemplo, prometer la recuperación de “la soberanía energética” que según López Obrador cedieron los malos mexicanos en la época neoliberal, sirve para exaltar los ánimos nacionalistas y despertar la emoción de la revancha. Esto es suficiente, para que la masa no cuestione que se gasten miles de millones de dólares del erario en proyectos perdedores, mal estructurados o en solventar a una empresa inviable como es PEMEX.

Lo mismo pasa con explotación mediática de la ayuda a los adultos mayores y otros programas sociales que implican la entrega de dinero en efectivo, hecha al amparo de intenciones en apariencia plausibles, pero que tienen el objetivo soterrado de crear una base clientelar que en las elecciones se traduzca en votos. Esto fortalece en la cultura popular al paternalismo que descansa en el supuesto de que el gobierno, y en especial el presidente, es una especie de padre proveedor que dispone de recursos ilimitados y vela por las familias.

  • Control de la narrativa

Controlar qué se dice y qué se calla es fundamental para mantener un mensaje, sino es que para distraer a la opinión pública cuando esta dirija su atención hacia hechos que se quiere ocultar.

La mañanera es el pivote del que parte el control de la narrativa. Ahí, se manufacturan y difunden los principales mensajes.  La estructura mediática de MoReNa responde como un eco que los dispersa de múltiples maneras. No importa que muchos de ellos sean mentira o no tengan sustento. Hay que repetirlos hasta el hartazgo para que se tomen como ciertos, o hay que ignorarlos para que les caiga el polvo del tiempo.

Mantener en cauce la narrativa oficial ha requerido también el control de los medios y líderes de opinión, la inserción en los medios audiovisuales de comentaristas afines, la manipulación reiterada de las cifras oficiales y el desplazamiento de comentaristas y periodistas críticos al gobierno de López Obrador.

  • Omnipresencia en medios y redes

Pieza fundamental de esta incesante dinámica es la mañanera. Una supuesta conferencia con los medios que es en realidad un foro de propaganda política financiado con recursos del erario, que consume en promedio dos horas y media diarias, durante las cuales salen los mensajes que repetirán a coro todos los emisores aleccionados.

¿Mitigarán las elecciones la polarización o la acentuarán?

La aguda polarización política que a diario vive el País lo tiene exhausto y le impide avanzar. El debate de la cosa pública en todos los foros termina más temprano que tarde en una confrontación, en un choque contra un muro inamovible porque sólo hay una opinión que cuenta: la de López Obrador. No se puede realizar a cabalidad la discusión de problemas nacionales en cualquier campo, porque según él, ya aplicó en cada caso soluciones que están funcionando. Quienes critican la ineficacia de estas y proponen algo distinto se hacen en automático acreedores a una retahíla de calificativos e insultos por parte de él y su red de serviles y aduladores. No hay otra que la suya.

La polarización nos tiene paralizados, pero como si estuviéramos estáticos empujando con fuerza el muro que nos impide el paso, aun sin avanzar un centímetro consumimos a diario cantidades importantes de energía social que, en lugar de usarla para entender nuestro presente, proyectar un porvenir y diseñar los escalones que ayuden a construirlo, la desperdiciamos en discusiones estériles que sólo implican conflicto, desgaste y finalmente frustración. Aquí manda, quien tiene los votos.

Las elecciones han acentuado aún más la polarización política. La gritería en Palacio ha subido de tono. No existe ley electoral que le valga. Nos vienen a la mente escenarios preocupantes alimentados por la locuacidad delirante de López Obrador.

¿Entregará ordenadamente el poder si su partido pierde?, ¿recurrirá a sus incondicionales regados en los gobiernos estatales, las cámaras, el INE y el Poder Judicial para torcer las cosas a su favor?, ¿será justo el momento cuando les pida a los jerarcas de las Fuerzas Armadas que le paguen en las calles los privilegios que les ha concedido?

Si gana el suyo, ¿será el un nuevo Calles disfrazado de líder moral que mueva los hilos de su sucesora títere? Si esto acontece ¿cuánto más aguantará el País seguir viviendo en un clima de cerrazón alimentado por el odio y el encono?, ¿cómo, cuándo y de qué manera reventará esta presión?

La entronización de caudillos son episodios en la vida de los pueblos que siempre terminan echándolos para atrás varias generaciones. Ya lo vivimos.  La gran esperanza para evitar estos escenarios ominosos es que haya una participación abundante en el proceso electoral, que remplace al partido en el gobierno y abata su poder en las cámaras para abrir paso al diálogo, a la búsqueda del terreno común que sirva como antídoto del veneno paralizante de la polarización. Nuestro futuro no puede ser vivir con la mano empuñada sino tendida.

Un pensamiento en “La polarización política nos está matando como país

  1. Brillante!!!! Once niños programa infantil también intervenido adoctrinado por MoReNa Una gran felicitación por su artículo!!!!

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