Dos fenómenos tan inéditos como vinculados
Desde que empezó la alternancia en la presidencia de la República, México no había vivido un grado de polarización política tan agudo como el actual, donde lo común es que las posturas de los distintos bandos o grupos políticos difieran en forma diametral y que la reacción entre ellos al intentar debatirlas sea por lo general hostil, ríspida y muchas veces con insultos.
A qué extremo ha llegado la polarización del País que ámbitos como el Poder Judicial, que solía ser distante y refractario a las tensiones políticas en apego a su obligada neutralidad, ahora se ha visto arrastrado al lodazal de los rifirrafes partidistas más propios del Congreso que de una sala del Pleno. Incluso, en este participan ahora como ministras, exlegisladoras del partido gobernante que no ocultan su intención de apoyar a ciegas la agenda legislativa presidencial y debilitar a la Corte desde dentro.
Este fenómeno divisivo, que además de abarcar a los poderes públicos también ha permeado en toda la sociedad, incluso en familias y círculos de amistades, ocurre en paralelo a otro hecho que no se había visto en la vida pública del País desde el Porfiriato: el culto a la personalidad del presidente de la República, como si se tratara de un líder extraordinario y superdotado de cualidades, al que no se le cuestiona, ni se le corrige nada.
El ensalzamiento de la figura presidencial alcanza hoy registros ni siquiera observados durante el apogeo priista, cuando el culto a la personalidad del presidente en turno era pieza imprescindible de todos sus rituales. Por ejemplo, antaño hubiera sido imposible que legisladores de este partido cantaran a coro en el Congreso que les representaba un honor estar con el presidente, que celebraran su cumpleaños comiendo pastel en el recinto legislativo o que en este lugar exhibieran muñequitos de trapo representándolo, incluso hablando con uno de ellos como recién lo hizo el candidato de MoReNa a la Alcaldía Miguel Hidalgo.
Pero, estos episodios son apenas el rasgo grotesco de algo todavía más grave: la abyección absoluta que ha demostrado la bancada oficial en el Congreso para hacer valer su mayoría con el fin de defender, aprobar u omitir cualquier cosa que les ordene el presidente de la República por absurda, ilegal, equivocada o perjudicial que esta pudiera ser.
Al actuar la mayoría de MoReNa como un mero matasellos queda rota la posibilidad de tener entre ellos mismos y con la oposición un espacio para deliberar y acercar posiciones. Ante la necedad de imponer una visión, los ánimos entre los actores políticos se tensan.
Finalmente, si lo que no pudo resolverse en las Cámaras, termina en la Suprema Corte de Justicia y esta falla en contra de la voluntad presidencial, el Poder Judicial se convierte de inmediato en blanco de la ira del jefe del Ejecutivo e inevitablemente, como ha sucedido, se ve arrastrado a la arena política, enrareciendo aún más el ambiente.
Por ello, al analizar las tendencias que desde la alternancia han seguido la polarización política y la exaltación de la figura presidencial como un gran líder, se observa con claridad que su paralelismo se acentuó de manera muy notable a partir de 2019, cuando ambos fenómenos experimentaron un cambio drástico de dirección.
Elementos de la propaganda política de MoReNa
La simultaneidad de un cambio tan evidente y violento en las tendencias de la polarización política y la promoción de la figura presidencial hace suponer que a partir de 2019 existen factores comunes que impulsan a ambas.
En principio, estos se encuentran en la forma como está estructurada y funciona la propaganda política de MoReNa y que tiene parecido con la utilizada por los movimientos populistas durante los años treinta y cuarenta del siglo pasado en Alemania e Italia.
Vamos por partes:
La propaganda política de MoReNa está encaminada a lograr tres objetivos: crear un enemigo común, dotar al movimiento de una identidad propia y fortalecer la imagen de AMLO como su líder supremo.
- Crear un enemigo común
Los regímenes populistas requieren la figura de un enemigo común para energizar y direccionar a las masas a su favor. Sembrar el odio y la sed de revancha mediante enunciados sencillos que simplifican la realidad, favorece una adhesión intuitiva de amplios grupos sociales que, al sentirse reconocidos ofrecen su incondicional apoyo político porque ven la oportunidad de resarcirse, aunque sea de manera simbólica y, sobre todo, de culpar a alguien de sus penurias.
En automático, la sociedad se reagrupa en dos polos distantes; nosotros y ellos. Estos últimos cuyas posturas, acciones u opiniones difieren de la voluntad presidencial, serán señalados reiteradamente como los culpables de cualquier problema nacional ya sea auténtico o inventado. Etiquetarlos y calificarlos con insultos sirve para ponerles nombre e inflamar a las masas en contra de ellos.
Los nazis crearon la leyenda de “La puñalada por la espalda” para acusar a varios políticos y a los judíos de traicionar a los mandos militares y provocar la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y a los partidos políticos que gobernaron durante la República de Weimar de ser los causantes de la hiperinflación que ocurrió después del conflicto bélico.
En México los responsables de la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción, la supuesta entrega del patrimonio nacional a los intereses extranjeros, la falta y el alto costo de los medicamentos, la inequidad, etcétera son los gobiernos anteriores, los líderes y grupos de la sociedad civil, los miembros del Poder Judicial, los medios y periodistas críticos y algunas instituciones extranjeras. Todos califican como adversarios, conservadores, neoliberales sino es que con algún insulto.
- Dotar al movimiento de una identidad
Darle a un movimiento político una identidad claramente definida resulta clave para el reclutamiento de simpatizantes y para desarrollar entre ellos un sentido de unidad y pertenencia. Para eso, el partido de López Obrador recurrió desde un inicio a la utilización de símbolos. Por ejemplo, se le nombró como: “Movimiento de Regeneración Nacional” porque daría lugar al acrónimo MoReNa. Palabra asociada a la virgen de Guadalupe, a la religión católica y al color de piel que tiene la gran mayoría de la población.
Así, como el nacionalsocialismo en Alemania se asumió como el movimiento que continuaba las etapas señeras de la historia germana, autoproclamándose como el Tercer Reich (Imperio), MoReNa se autodenominó como el abanderado de una supuesta Cuarta Transformación, después de la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Otro simbolismo interesante es el uso del color guinda para amalgamar al partido con la estructura de gobierno. Así, el color oficial de MoReNa que está presente en todas sus actividades y propaganda se utiliza también en forma preferente en el gobierno federal y en las gubernaturas estatales y alcaldías en manos de ese partido, ya sea en papelería, anuncios oficiales y mamparas, como en los chalecos que portan en sus jornadas laborales muchos empleados públicos. Cuando interactuamos con ellos en una oficina pública o los vemos en la calle no queda claro si son miembros activos de ese partido que están ahí para promoverlo o si en verdad su objetivo es servir al ciudadano. Interesante de recordar que los miembros del partido nazi y los servidores públicos durante el tercer Reich también portaron uniformes parecidos.
Especial mención merece el agrupamiento de los llamados siervos de la nación, que funciona como una especie de ejército mil usos cuyas tareas retribuidas con recursos del erario, se desarrollan a lo largo de una frontera borrosa entre la estructura de la administración pública y la del partido, como ha sido la promoción de programas sociales con fines políticos y de control clientelar.
- Culto a la personalidad de López Obrador
Desde su fundación el liderazgo de López Obrador ha sido la fuente de cohesión de MoReNa. Es la cabeza visible del movimiento que encarna sus valores y anhelos, y que le da voz. Él marca el tono, el ritmo y la dirección en todos los frentes por grandes o pequeños que sean.
MoReNa habla a través de López Obrador. La toxicidad de su discurso cotidiano, su narcisismo y su desinterés para escuchar y entender las posiciones de la oposición o de la sociedad civil, explica en gran parte la polarización política en la que está sumido el País.
Todos los días desde su atril es él en contra de sus adversarios, aunque suele parapetarse detrás del “nosotros” para poner enfrente a “ellos”, el enemigo común con sus múltiples caras. Cualquier crítica de donde venga o una situación que no le guste, la interpreta como una conspiración para perjudicarlo. Esto da lugar a una reacción rasposa donde abundan los adjetivos e insultos y escasean las razones, porque su fin es dividir para nutrirse del antagonismo, del encono, de la rabia que siembra.
Para lograr estos objetivos, la propaganda política de MoReNa utiliza varios mecanismos, que se sintetizan en el siguiente diagrama:
- Recurrir a las emociones:
La intención de generar emociones es conectar con las audiencias objetivo a través de mensajes sencillos y simplones que provoquen adhesiones impulsivas sin necesidad de entrar al fondo de las cosas.
Por ejemplo, prometer la recuperación de “la soberanía energética” que según López Obrador cedieron los malos mexicanos en la época neoliberal, sirve para exaltar los ánimos nacionalistas y despertar la emoción de la revancha. Esto es suficiente, para que la masa no cuestione que se gasten miles de millones de dólares del erario en proyectos perdedores, mal estructurados o en solventar a una empresa inviable como es PEMEX.
Lo mismo pasa con explotación mediática de la ayuda a los adultos mayores y otros programas sociales que implican la entrega de dinero en efectivo, hecha al amparo de intenciones en apariencia plausibles, pero que tienen el objetivo soterrado de crear una base clientelar que en las elecciones se traduzca en votos. Esto fortalece en la cultura popular al paternalismo que descansa en el supuesto de que el gobierno, y en especial el presidente, es una especie de padre proveedor que dispone de recursos ilimitados y vela por las familias.
- Control de la narrativa
Controlar qué se dice y qué se calla es fundamental para mantener un mensaje, sino es que para distraer a la opinión pública cuando esta dirija su atención hacia hechos que se quiere ocultar.
La mañanera es el pivote del que parte el control de la narrativa. Ahí, se manufacturan y difunden los principales mensajes. La estructura mediática de MoReNa responde como un eco que los dispersa de múltiples maneras. No importa que muchos de ellos sean mentira o no tengan sustento. Hay que repetirlos hasta el hartazgo para que se tomen como ciertos, o hay que ignorarlos para que les caiga el polvo del tiempo.
Mantener en cauce la narrativa oficial ha requerido también el control de los medios y líderes de opinión, la inserción en los medios audiovisuales de comentaristas afines, la manipulación reiterada de las cifras oficiales y el desplazamiento de comentaristas y periodistas críticos al gobierno de López Obrador.
- Omnipresencia en medios y redes
Una vez definida la narrativa es importante que los mensajes se asimilen por la población. Esto incluye lo que se afirma, lo que se niega y el silencio sobre lo que no se quiere hablar. Hacerlos creíbles hace imprescindible la reiteración ad nauseam, que los emisores actúen de manera simultánea y copar todos los espacios disponibles en las tribunas de las Cámaras, los medios, los canales oficiales y las redes sociales.
Pieza fundamental de esta incesante dinámica es la mañanera. Una supuesta conferencia con los medios que es en realidad un foro de propaganda política financiado con recursos del erario, que consume en promedio dos horas y media diarias, durante las cuales salen los mensajes que repetirán a coro todos los emisores aleccionados.
¿Mitigarán las elecciones la polarización o la acentuarán?
La aguda polarización política que a diario vive el País lo tiene exhausto y le impide avanzar. El debate de la cosa pública en todos los foros termina más temprano que tarde en una confrontación, en un choque contra un muro inamovible porque sólo hay una opinión que cuenta: la de López Obrador. No se puede realizar a cabalidad la discusión de problemas nacionales en cualquier campo, porque según él, ya aplicó en cada caso soluciones que están funcionando. Quienes critican la ineficacia de estas y proponen algo distinto se hacen en automático acreedores a una retahíla de calificativos e insultos por parte de él y su red de serviles y aduladores. No hay otra que la suya.
La polarización nos tiene paralizados, pero como si estuviéramos estáticos empujando con fuerza el muro que nos impide el paso, aun sin avanzar un centímetro consumimos a diario cantidades importantes de energía social que, en lugar de usarla para entender nuestro presente, proyectar un porvenir y diseñar los escalones que ayuden a construirlo, la desperdiciamos en discusiones estériles que sólo implican conflicto, desgaste y finalmente frustración. Aquí manda, quien tiene los votos.
Las elecciones han acentuado aún más la polarización política. La gritería en Palacio ha subido de tono. No existe ley electoral que le valga. Nos vienen a la mente escenarios preocupantes alimentados por la locuacidad delirante de López Obrador.
¿Entregará ordenadamente el poder si su partido pierde?, ¿recurrirá a sus incondicionales regados en los gobiernos estatales, las cámaras, el INE y el Poder Judicial para torcer las cosas a su favor?, ¿será justo el momento cuando les pida a los jerarcas de las Fuerzas Armadas que le paguen en las calles los privilegios que les ha concedido?
Si gana el suyo, ¿será el un nuevo Calles disfrazado de líder moral que mueva los hilos de su sucesora títere? Si esto acontece ¿cuánto más aguantará el País seguir viviendo en un clima de cerrazón alimentado por el odio y el encono?, ¿cómo, cuándo y de qué manera reventará esta presión?
La entronización de caudillos son episodios en la vida de los pueblos que siempre terminan echándolos para atrás varias generaciones. Ya lo vivimos. La gran esperanza para evitar estos escenarios ominosos es que haya una participación abundante en el proceso electoral, que remplace al partido en el gobierno y abata su poder en las cámaras para abrir paso al diálogo, a la búsqueda del terreno común que sirva como antídoto del veneno paralizante de la polarización. Nuestro futuro no puede ser vivir con la mano empuñada sino tendida.
Brillante!!!! Once niños programa infantil también intervenido adoctrinado por MoReNa Una gran felicitación por su artículo!!!!