En la tensa calma del ojo del huracán

Como si se tratara de una monarquía hereditaria, el caudillo, satisfecho por haber convertido a su protegida en la nueva jefa del Poder Ejecutivo, valiéndose de su inmunidad para violar la Constitución, las leyes electorales y usar los recursos públicos que gestiona como propios, ahora se empeña en demostrar que su sucesora, y esta aparenta aceptarlo sin chistar, continuará su obra sin la más mínima variación del rumbo. Esto empieza por impulsar las reformas constitucionales que él ha sometido a la aprobación del Congreso, que representan la mayor cantidad de cambios simultáneos a la Carta Magna en la historia de México.[1]

Ante esta perspectiva la tensión del impase se intensifica. Sabemos lo que está en juego. ¿Cuál será la conformación final del Congreso?, ¿tendrá MoReNa y sus aliados la mayoría calificada para que AMLO y Sheinbaum hagan del País lo que quieran?, ¿al dictado de sus órdenes aprobará el Congreso sin cambiarles una coma todas las reformas propuestas, incluso la del Poder Judicial?

¿Las voces de más de veintiséis millones de ciudadanos que no votaron por la coalición liderada por MoReNa y que sumaron el 45% de los votos totales, quedarán silenciadas en un número intrascendente de escaños con la bendición de un Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal adrede incompleto y parcial?

Adivinamos la dimensión de la autocracia que se nos viene encima como un cielo encapotado. Pero aún, no tenemos elementos para caracterizarla y valorar sus alcances. ¿Se largará López Obrador el primero de octubre? Difícil creerle a un mentiroso compulsivo. Las hojas del calendario nos devuelven al Maximato ¿Qué pactó con Sheinbaum; gobernar el País a cuatro manos?

A todo esto, vale preguntar: ¿quién es en realidad Sheinbaum?

Este cuestionamiento se lo he planteado de manera seria a muchas personas. La gran mayoría no ha podido responderla con suficiencia. La razón es que, hasta ahora incluso después de las elecciones, siempre la han visto a la sombra y, sobre todo, subordinada a las órdenes y deseos de López Obrador, pese a que esto pudiera representarle costos personales como cuando reservó la información del segundo piso del periférico, su marido fue recoger mordidas de contratistas o retrasó la aplicación del semáforo rojo ya iniciada la segunda ola de la pandemia de COVID. ¿Sumará a esta lista la carga del legado de sus caprichos?

Sheinbaum asumirá la presidencia de la República sin los márgenes de maniobra que tuvo su predecesor, sobre todo en materia presupuestal. Esto, si quiere hacer lo que prometió en campaña, la obligará más pronto de lo que imagina a dar un giro de ciento ochenta grados respecto al rumbo que marcó su mentor.

Por ejemplo, corregir el déficit fiscal y seguir subsidiando a PEMEX es imposible, como también se antoja complicado que pueda atraer inversión extranjera sin una vigorosa participación del sector privado en la generación de energía eléctrica. 

¿Qué hará cuando se dé cuenta, o sus cercanos le hagan darse cuenta, que será ella, no AMLO, sobre quien recaigan los costos y las consecuencias negativas que provocaría implantar la reforma judicial propuesta por este? Más aún, ¿cómo una persona que se presenta a sí misma como una científica y demócrata puede avalar que se lleve a la práctica una transformación radical en la arquitectura institucional de una nación tan grande y compleja como es México, que no surgió de un diagnóstico y deliberación seria, sino que responde a una mera ocurrencia, inspirada en la venganza y el objetivo de concentrar el poder? Peor, si además se pasan por alto las evidencias que demuestran que la elección por voto popular de ministros y magistrados federales no ha funcionado en Bolivia, el único país que lo ha intentado.

Cuándo esté colocada en estas disyuntivas inevitables ¿tendrá Sheinbaum los arrestos para emanciparse de su mentor, la inteligencia para formar su propio círculo de poder dentro y fuera del gobierno y la agresividad para liberarse de las cuñas que AMLO le cargará en su gabinete? Cárdenas aguantó a Calles poco más de un año después de asumir la presidencia. Ella no tiene este tiempo, ni la obligación de recibir una caja con granadas activadas.

Claramente en la relación entre AMLO y Sheinbaum hay un vínculo emocional y afectivo más allá de que se identifiquen en temas políticos e ideológicos. Él lo sabe, por eso la escogió. A estas alturas Ebrad ya sería el dueño absoluto del escenario político. Ella no. Al contrario, acepta realizar giras con él en un rol de acompañante. No como protagonista. Cuando hace declaraciones se cuida al extremo de no mostrar la más mínima diferencia de opiniones. Si llega a percibirse alguna discrepancia, la aclara de inmediato. La escena del beso en Palacio Nacional jalándola por el cuello con el antebrazo proyecta una actitud de subordinación, además de no respetar su imagen pública como una virtual jefa de Estado y no se diga como mujer.

Si entender las implicaciones que en la marcha del País han tenido los comportamientos y personalidad de López Obrador ha sido difícil, la situación se complica exponencialmente si consideramos que de manera oficiosa el ejercicio del Poder Ejecutivo podría de ahora en adelante ser cuestión de dos personas vinculadas afectivamente.

Si la deriva autocrática en la que hemos empezado a navegar se ve caótica y llena de riesgos, peor luce el panorama si la posibilidad gobierno a cuatro manos, donde concurran el caudillo y su heredera designada, termina siendo una realidad.  Triste será acabar en esta parodia, cuando nuestro empeño era construir una república.


[1] López Ayllón Sergio. Orozco Henríquez Jesús, Salazar Pedro, Valadés Diego. Introducción al análisis técnico de las 20 iniciativas de reformas constitucionales y legales presentadas por el presidente de la República. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. México 2024

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